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Crece siembra de hoja de coca en México


El cultivo de la hoja de coca y la producción de la cocaína ya no se limitan a países como Colombia, Perú o Bolivia, pues ahora se planta y se empieza a procesar en Honduras, Guatemala y México.

Para disminuir riesgos y aumentar ganancias, los narcotraficantes han decidido acercar la producción que tiene como destino final Estados Unidos y Europa, principalmente. Este cambio también ha sido impulsado por la fragmentación de los grupos que controlaban el tráfico. Tras el acuerdo de paz de 2016, el desarme de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia abrió la producción de cocaína tanto a grupos nuevos como a otros ya establecidos que experimentaron con nuevas cadenas de suministro.

En México, el cultivo experimental inició en Chiapas en 2014, pero el Ejército sólo encontró cuatro plantíos, principalmente en el municipio de Tuxtla Chico.

En 2021 los cultivos regresaron, pero ahora a Guerrero. La Secretaría de la Defensa Nacional reportó siete, sobre todo en la sierra de Atoyac de Álvarez. En 2022 crecieron a 69 plantíos, ubicados en Atoyac y Tecpan de Galeana. En 2023 el cultivo, lejos de erradicarse, creció: % plantíos para mayo pasado. Ahora se sumó Michoacán, con cuatro cultivos. En total, los plantíos han aumentado más de 12 veces.

Esta información es parte de NarcoFiles: el nuevo orden criminal, una investigación periodística transnacional sobre el crimen organizado global, sus innovaciones, sus innumerables tentáculos y quienes los combaten.

El proyecto, liderado por el Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), con apoyo del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), se inició con una filtración de correos electrónicos de la Fiscalía General de la Nación de Colombia que fue compartida con EL UNIVERSAL y más de 40 medios de comunicación en todo el mundo. Los periodistas examinaron y corroboraron el material junto a cientos de documentos, bases de datos y entrevistas.

En febrero del año pasado, la policía colombiana interceptó la llamada de un individuo sospechoso de traficar droga. Estaba organizando una venta al por mayor de cocaína a un comprador en México. El tipo alardeaba de que tenía una cantidad importante disponible; un producto que podía entregar en Denver, Miami y el Caribe.

Apenas una década antes, las drogas venían siempre de Colombia o de las regiones andinas de Perú o Bolivia, pero los tiempos han cambiado. La coca de la que hablaba el sospechoso había sido cultivada en Guatemala, a dos mil kilómetros al noroeste de los grandes países productores y que tradicionalmente ha servido de punto de parada para los traficantes.

La coca “dio buen resultado”, le dijo el hombre a una persona que parecía ser su socio en el negocio, indica la transcripción de la llamada interceptada. El hombre aseguró que tenía “un centenar de cajas de zapatos blancos de alta gama” —código que se usa para hablar de kilos de cocaína — así como cocineros listos para empezar a trabajar en Guatemala y México.

La conversación, identificada en la filtración masiva de correos de la Fiscalía General de la Nación de Colombia, es una prueba más de una tendencia, tan nueva como poco conocida, que está reestructurando el tráfico global de cocaína: la relocalización de la producción más allá de las zonas andinas tradicionales hacia México y Centroamérica.

Esta evolución ha sido impulsada por varios factores, especialmente por la fragmentación de los grupos que controlaban el tráfico. Tras el acuerdo de paz de 2016, el desarme de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) abrió la producción de cocaína tanto a grupos nuevos como a otros ya establecidos, que experimentaron con nuevas técnicas y cadenas de suministro. Las conversaciones interceptadas a este individuo en Bogotá, por ejemplo, fueron grabadas durante una investigación sobre un grupo disidente de las FARC.

Para una mejor comprensión de la tendencia, OCCRP y sus socios han analizado los documentos filtrados, que han corroborado con documentos judiciales, entrevistas con expertos y reportería sobre el terreno en cinco países.

Datos obtenidos del Ministerio del Interior de Guatemala mediante una solicitud de información pública muestran que el cultivo de coca se ha disparado desde que en 2018 se informó sobre la primera plantación detectada en el país. Una expansión similar se está produciendo en países vecinos, como Honduras y México, según muestran datos de esos países, mientras que Belice detectó en diciembre de 2022 la primera plantación de hoja de coca.

Los periodistas descubrieron que, lejos de salir perdedores con esta nueva tendencia, los colombianos —que históricamente han controlado grandes porciones del tráfico— están exportando su experticia y haciéndose un nicho en Centroamérica y más allá.

Esta investigación muestra cómo el procesamiento de la cocaína también está siendo relocalizado. En paralelo al aumento de la demanda en Europa, Asia y África, los laboratorios han empezado a dejar atrás Colombia y a cruzar el Atlántico. Decenas de nuevos laboratorios son localizados cada año en Europa Occidental. Uno de estos, descubierto en Países Bajos y dirigido por un traficante colombiano conocido como El Rey de la heroína de Nueva Jersey, podía producir hasta 200 kilogramos de cocaína al día.

La aparición de laboratorios en Europa y en otros lugares se ha visto facilitada por técnicas innovadoras de transporte, entre ellas métodos sofisticados para camuflar cocaína líquida en prendas textiles u otros materiales, lo que hace que esos envíos sean más difíciles de detectar por las autoridades.

El tráfico de drogas ha vivido un “momento de innovación” en los úl timos años, que va desde “cómo mejorar las redes, el uso de las herramientas y las redes sociales para comprar mayores cantidades”, explicó Leonardo Correa, coordinador del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (SIMCI) de las Naciones Unidas a OCCRP.

Cuando se produjo el desarme de las FARC, grupos de disidentes mantuvieron sus intereses en el tráfico de drogas, señalan los expertos. Mientras tanto, otras bandas, como las de albaneses o de serbios, han incrementado su presencia.

El resultado es que el tráfico de cocaína está ahora “mucho menos centralizado”, dijo Laurent Laniel, analista en el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías.

“Más gente está implicada y eso genera más oportunidades de hacer contactos y más ideas sobre rutas y métodos de tráfico”, añadió el experto en estupefacientes.

De la mano de estos nuevos territorios de cultivo, la llegada de la planta de coca amenaza con más oleadas de violencia sobre comunidades que llevan décadas sufriendo a manos de los narcotraficantes o de las autoridades estatales.

Los nuevos confines de la cocaína Ubicado entre densos bosques y plantaciones de café en la verde región mexicana de la Costa Grande, Guerrero, el pueblo de El Porvenir parece, a primera vista, abandona do. Con apenas una docena de casas, sus escasas calles están desiertas y su cancha de baloncesto languidecía al sol cuando los reporteros lo visitaron la primavera pasada.

Pero este apacible pueblo se asienta en uno de los numerosos nuevos territorios fijados por un narcotráfico en expansión.

Durante décadas, las comunidades locales han plantado cannabis y amapola en esa región, junto a otros cultivos como cocos o mangos. Pero tras el hundimiento de los precios del café en la década de los 90, los cultivos ilegales se convirtieron en una de las pocas opciones rentables. Hoy, con los precios del opio hundiéndose a causa de un cambio de consumo en Estados Unidos hacia el fentanilo, muchos ponen sus esperanzas en la coca.

“Es una nueva economía: diversificación de los cultivos ilícitos”, dijo Arturo García Jiménez, un líder comunitario.

De las 171 plantaciones de hoja de coca destruidas en México entre 2020 y 2023, sólo 13 no se encontraban en la región de la Costa Grande, según información de los militares. La mayoría estaban localizadas en ejidos como El Porvenir.

Para muchos residentes es mucho más seguro trabajar a las órdenes de las bandas, explicó García. Al ser los únicos compradores de la producción, los grupos criminales pueden ordenar qué cultivos ilegales quieren y cuánto van a pagar.

El líder comunitario explicó a OCCRP que, años atrás, un trío de colombianos llegó a la zona. Cree que trajeron las plantas de coca que ahora han proliferado, y que posteriormente compraban las hojas a los cultivadores.

“Ellos son técnicos. No les importaba el rendimiento y la calidad”, explicó García a OCCRP. “Lo que quieren es producir y producir”.

El tráfico de cocaína sigue una senda de asesinatos y desplazamientos forzados conforme los distintos grupos compiten por el control territorial.

“La destrucción que está haciendo el Ejército es simbólica en comparación con el territorio cultivado”, sentenció García.

En Guerrero, la erradicación de cultivos por parte de los militares ha ido en crecimiento: en 2021, 7; en 2022, 69, y en 2023, 96, tan sólo a mayo de este año. En tres años han crecido más de 12 veces.

Al producir cocaína más cerca del punto de venta, los traficantes pueden beneficiarse de precios más altos y al mismo tiempo evitar gastos de transporte y otros costos.

Países que solían servir principalmente como puntos de tránsito de la droga ahora se están convirtiendo en productores .

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