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No contrates un producto financiero que no entiendas


He estado hablando de lo importante que es entender bien el producto que queremos contratar, ya que las malas experiencias vienen, principalmente, por no tener idea de lo que nos vendieron. Eso nos hace tomar malas decisiones. Quiero compartir algunos casos reales que me han llegado (los nombres están cambiados para proteger la privacidad de los lectores):

1. Paula me pidió ayuda porque el banco le contrató un seguro sin su consentimiento. Quería saber dónde se podía quejar. Le pedí la carátula de su contrato, el cual afortunadamente conservó porque mucha gente inexplicablemente lo tira. En ella claramente se mencionaba el seguro como un servicio opcional y la pregunta: ¿Desea usted contratar el seguro? Estaba marcado “Sí”. Eso pasa por no leer lo que uno forma. Obviamente lo pudo cancelar después, pero no pudo recuperar las mensualidades que pagó.

2. Martha es tesorera de una empresa pequeña. Un incendio afectó todas las máquinas en su taller. La aseguradora le estaba pagando una indemnización muy reducida comparada con los daños, no valores de reposición. Resulta que había declarado para efectos del seguro valores contables, depreciados. Adicionalmente la póliza, como casi todos los seguros de daños, contenía una cláusula de proporción indemnizable que opera cuando las personas o empresas declaran valores que no corresponden a la realidad. La indemnización estaba calculada correctamente de acuerdo a su póliza. En este caso hubo claramente una mala asesoría del agente de seguros (quienes tienen una responsabilidad profesional). Le sugerí revisar con un abogado el caso y en su caso iniciar acciones legales en contra de ese mal agente.

3. Jorge me contactó porque tristemente, su esposa había fallecido y la aseguradora no quería indemnizar su seguro de vida, entonces quería saber cuáles eran sus opciones. Al revisar el contenido de la misma, claramente se trataba de un seguro que únicamente cubría muerte accidental. La señora había fallecido a causa de una enfermedad, por lo cual su caso no estaba cubierto por la póliza. Es otro caso muy triste de no conocer el producto que uno está contratando. 

4. Beatriz estaba ahogada en deudas y decidió contratar una reparadora de crédito para que le ayudar a salir de ellas. Como muchas personas, no entendió el alcance de los servicios ni tampoco los altísimos costos que cobran estas instituciones. Estaba enojada porque seguía recibiendo insistentes llamadas de cobranza y cartas de ultimátum. Pensó que la reparadora se encargaría de todas las negociaciones. No leyó el contrato a pesar de que le habían hecho firmar una hoja adicional confirmando que el asesor le había explicado claramente todos los puntos importantes. 

5. A Pedro le vendieron un seguro de retiro, pero dos años después de contratarlo, su saldo era menor que las aportaciones acumuladas (por efecto de los costos del producto y del pobre desempeño de los mercados financieros). Según la “proyección” que le hizo el “asesor” que se lo vendió, su saldo tendría que ser mucho mayor y se estaba quejando conmigo que todo el asunto era una estafa. Esa proyección estaba hecha con una tasa nominal neta de 11%, lo cual claramente es demasiado optimista. Por otro lado, el “asesor” jamás le explicó claramente los costos de su póliza.

¿Qué tienen todas estas personas en común? No leyeron. No compararon. No comprendieron bien el producto que estaban comprando, ni tampoco si era adecuado a sus necesidades. Como muchos, simplemente adquirieron lo que alguien les vendió y nada más. 

Por eso es tan importante tener una cultura financiera básica, tener criterio y sabernos asesorar. Nunca seguir ciegamente los consejos de un “asesor” que trabaja para la institución financiera, no para nosotros, lo cual implica conflictos de interés. Se trata de nuestro dinero y al final la decisión es nuestra, no de alguien más.

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