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Angel Maass: Inclusión… ¿Financiera?


El Censo de INEGI 2020 señala que 12.7 millones de personas del país tiene una limitación visual, aun usando lentes. Destacan Estado de México, CDMX y Veracruz con 14.1%, 8.1% y 7.6%, respectivamente. Cada vez es más común escuchar sobre inclusión. Recuerdo que originalmente este tema estaba más asociado a la incorporación de personas con capacidades especiales a la vida cotidiana y equidad de género y, recientemente se le ha incorporado la diversidad.

Sin embargo, en esta columna expondré sobre la inclusión financiera y los retos enfrentados para incrementar el número de usuarios de servicios financieros. Más aún cuando la pandemia ha traído consigo una serie de disrupciones tecnológicas, que entre otros factores han aumentado las transacciones electrónicas.

Les comparto que en los últimos días fui testigo de un par de eventos que me llamaron la atención, ambos muy similares. En el primero de ellos me encontraba haciendo fila en una cadena de tiendas con presencia nacional. De pronto, la persona que estaba delante de mí en la caja me solicitó ayuda para pagar con su tarjeta. Resulta que la terminal era digital y por esta razón no tenía un sistema Braille. Justo en ese momento, me percaté que era invidente.

Al respecto, me pregunto cual habrá sido la satisfacción del cliente previo a solucionar su problema de pago. Incluso, ahora que muchas cosas de manejan de forma automatizada, pude vivir en carne propia el significado de personalización.

Días después, fui a otra tienda a realizar una compra y al efectuar el pago con mi tarjeta, la señorita me indicó que al parecer mi contraseña estaba equivocada. En el segundo intento puse más atención y pude apreciar que los números en el teclado no tenían la secuencia lógica que todos conocemos por cuestiones de seguridad. Esta situación, me llevó a recordar lo sucedido en días anteriores.

Con lo anterior, no pretendo realizar una crítica a los avances tecnológicos, sino a exhortar a todos los involucrados a tener una visión más holística y de forma más activa, porque muchas veces damos las cosas como un hecho. Lo anterior, me puso a reflexionar sobre cómo la tecnología puede resultar impráctica para algunas personas, aunque desgraciadamente no nos percatamos hasta que vivimos situaciones como las descritas.

Como dato informativo, en Nuevo León existen 499,207 personas con discapacidad visual que representan 3.9% a nivel nacional, según INEGI.

Seguramente se pregunte a donde quiero llegar con estas anécdotas. Para poner en contexto, le comparto que México posee una de las menores penetraciones bancaria, incluso por debajo de otros países de América Latina. Si bien se han realizado esfuerzos, más allá de establecer cajones de estacionamiento, filas especiales, por mencionar algunas medidas, todavía existen retos para lograr la inclusión de una mayor cantidad de personas con capacidades especiales.

Recientemente, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) presentó el reporte de Ahorro Financiero y Financiamiento en México a diciembre del 2020, donde detalló que   financiamiento interno recibido por el sector privado representó 37.3% del Producto Interno Bruto (PIB). Es importante destacar que desde el sexenio pasado la meta se estableció en 40%.

En nuestro país, el crédito generalmente ha estado concentrado en las grandes empresas y sector público. Por su parte, crédito al consumo podría decirse que tiene una mayor diversificación, aunque relativamente limitado a los segmentos de bajos ingresos.

En lo personal, considero que debemos comprender el papel fundamental que desempeña la inclusión financiera en beneficio de la sociedad, así como sensibilizar a los ejecutivos de empresas y emprendedores sobre el desarrollo social y ampliar sus perspectivas.

Como coincidencia, aunque desde otra trinchera, la iniciativa de la ley de ingresos 2022 presentada el día de ayer incorporó elementos de política fiscal para la equidad de género. No obstante, el dictamen deberá ser aún discutido en el Senado de la República. ¡Ya veremos que sucede!

Desde otra perspectiva, quizá el tema de inclusión financiera sea un tema generacional, ya que con toda la tecnología que existe actualmente es común observar sucursales bancarias repletas de usuarios, independientemente del día, más aún en viernes de quincena o fin de mes. Concretamente en aquellas comunidades donde la conectividad es limitada o con fallas intermitentes en los servicios de internet.

Como conclusión, opino que la inclusión financiera va más allá de dar financiamiento a personas que actualmente no son atendidas y que podría generar un efecto multiplicador para obtener otro tipo de prestaciones básicas como alojamiento, comida, abrigo o vivienda, dentro del mercado formal, aunque esto último es harina de otro costal.El Censo de INEGI 2020 señala que 12.7 millones de personas del país tiene una limitación visual, aun usando lentes. Destacan Estado de México, CDMX y Veracruz con 14.1%, 8.1% y 7.6%, respectivamente. Cada vez es más común escuchar sobre inclusión. Recuerdo que originalmente este tema estaba más asociado a la incorporación de personas con capacidades especiales a la vida cotidiana y equidad de género y, recientemente se le ha incorporado la diversidad.

Sin embargo, en esta columna expondré sobre la inclusión financiera y los retos enfrentados para incrementar el número de usuarios de servicios financieros. Más aún cuando la pandemia ha traído consigo una serie de disrupciones tecnológicas, que entre otros factores han aumentado las transacciones electrónicas.

Les comparto que en los últimos días fui testigo de un par de eventos que me llamaron la atención, ambos muy similares. En el primero de ellos me encontraba haciendo fila en una cadena de tiendas con presencia nacional. De pronto, la persona que estaba delante de mí en la caja me solicitó ayuda para pagar con su tarjeta. Resulta que la terminal era digital y por esta razón no tenía un sistema Braille. Justo en ese momento, me percaté que era invidente.

Al respecto, me pregunto cual habrá sido la satisfacción del cliente previo a solucionar su problema de pago. Incluso, ahora que muchas cosas de manejan de forma automatizada, pude vivir en carne propia el significado de personalización.

Días después, fui a otra tienda a realizar una compra y al efectuar el pago con mi tarjeta, la señorita me indicó que al parecer mi contraseña estaba equivocada. En el segundo intento puse más atención y pude apreciar que los números en el teclado no tenían la secuencia lógica que todos conocemos por cuestiones de seguridad. Esta situación, me llevó a recordar lo sucedido en días anteriores.

Con lo anterior, no pretendo realizar una crítica a los avances tecnológicos, sino a exhortar a todos los involucrados a tener una visión más holística y de forma más activa, porque muchas veces damos las cosas como un hecho. Lo anterior, me puso a reflexionar sobre cómo la tecnología puede resultar impráctica para algunas personas, aunque desgraciadamente no nos percatamos hasta que vivimos situaciones como las descritas.

Como dato informativo, en Nuevo León existen 499,207 personas con discapacidad visual que representan 3.9% a nivel nacional, según INEGI.

Seguramente se pregunte a donde quiero llegar con estas anécdotas. Para poner en contexto, le comparto que México posee una de las menores penetraciones bancaria, incluso por debajo de otros países de América Latina. Si bien se han realizado esfuerzos, más allá de establecer cajones de estacionamiento, filas especiales, por mencionar algunas medidas, todavía existen retos para lograr la inclusión de una mayor cantidad de personas con capacidades especiales.

Recientemente, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) presentó el reporte de Ahorro Financiero y Financiamiento en México a diciembre del 2020, donde detalló que   financiamiento interno recibido por el sector privado representó 37.3% del Producto Interno Bruto (PIB). Es importante destacar que desde el sexenio pasado la meta se estableció en 40%.

En nuestro país, el crédito generalmente ha estado concentrado en las grandes empresas y sector público. Por su parte, crédito al consumo podría decirse que tiene una mayor diversificación, aunque relativamente limitado a los segmentos de bajos ingresos.

En lo personal, considero que debemos comprender el papel fundamental que desempeña la inclusión financiera en beneficio de la sociedad, así como sensibilizar a los ejecutivos de empresas y emprendedores sobre el desarrollo social y ampliar sus perspectivas.

Como coincidencia, aunque desde otra trinchera, la iniciativa de la ley de ingresos 2022 presentada el día de ayer incorporó elementos de política fiscal para la equidad de género. No obstante, el dictamen deberá ser aún discutido en el Senado de la República. ¡Ya veremos que sucede!

Desde otra perspectiva, quizá el tema de inclusión financiera sea un tema generacional, ya que con toda la tecnología que existe actualmente es común observar sucursales bancarias repletas de usuarios, independientemente del día, más aún en viernes de quincena o fin de mes. Concretamente en aquellas comunidades donde la conectividad es limitada o con fallas intermitentes en los servicios de internet.

Como conclusión, opino que la inclusión financiera va más allá de dar financiamiento a personas que actualmente no son atendidas y que podría generar un efecto multiplicador para obtener otro tipo de prestaciones básicas como alojamiento, comida, abrigo o vivienda, dentro del mercado formal, aunque esto último es harina de otro costal.

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