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Aseguradoras en crisis por el cambio climático


A medida que avanza este 2023, el planeta continúa enviando mensajes claros y perturbadores a través de eventos climáticos extremos. Durante décadas, la ciencia ha advertido sobre las consecuencias de las acciones humanas y la urgencia de tomar medidas tanto de mitigación como de adaptación al cambio climático. Sin embargo, los esfuerzos han sido magros. Estamos siendo testigos de cómo, una a una, las proyecciones científicas se están materializado con una frecuencia y severidad inusitadas.

Las tormentas y los huracanes se han vuelto más furiosos, ocasionando inundaciones y destrucción a su paso, los océanos hierven, las temperaturas están rompiendo récords un día sí y el otro también, el hielo marino desaparece del Ártico, las sequías y la escasez de agua ponen en peligro la producción de alimentos, miles de personas son desplazadas y los incendios forestales están sin control por doquier.

Éstas son tan sólo algunas manifestaciones de la crisis climática y están poniendo a prueba la resiliencia no sólo de la humanidad, sino también la de diversas industrias y sectores, uno de ellos, las compañías de seguros, que hoy se encuentran en una situación de mayor cautela.

Esta industria ha prosperado en la predicción y evaluación del riesgo, pero ahora se enfrenta a la embestida de un clima no sólo cambiante, sino también generador de caos.

Si bien la naturaleza ha sido impredecible, en tiempo pasado, las aseguradoras habían establecido modelos de predicción y evaluación de riesgos basados en patrones históricos y datos científicos. Sin embargo, con el acelerado paso del cambio climático, esos modelos han empezado a tambalearse porque los fenómenos meteorológicos han ganado magnitud y ferocidad.

Uno de los primeros golpes para las aseguradoras provino del sector inmobiliario en zonas costeras. La elevación del nivel del mar y la mayor frecuencia de tormentas tropicales y huracanes hicieron que propiedades antes consideradas seguras ahora sean altamente vulnerables. Los costos asociados a siniestros en estas zonas han aumentado exponencialmente, llevando a algunas compañías a reevaluar o, incluso, abandonar estos mercados.

En marzo pasado, Eric Andersen, presidente de Aon PLC (firma de servicios de gestión de riesgo, seguros y gestión de reaseguros), frente al Comité de Presupuesto del Senado de Estados Unidos, advirtió sobre la desestabilización de las aseguradoras debido al cambio climático, porque este fenómeno está generando incertidumbre en una industria que depende de la predicción de riesgos, lo cual ha llevado a un aumento en los precios de las pólizas y a la salida de aseguradoras de mercados de alto riesgo, específicamente en áreas propensas a incendios forestales e inundaciones.

Agregó que las compañías de reaseguros —que ayudan a las aseguradoras a pagar pérdidas catastróficas— están retirándose de esas áreas de alto riesgo.

Para Andersen, así como la economía estadunidense estuvo sobreexpuesta al riesgo hipotecario en 2008, “la economía actual está sobreexpuesta al riesgo climático”.

No sólo se trata de la frecuencia y severidad de eventos climáticos extremos, sino también de la interconexión de sistemas. Un evento climático extremo en alguna parte del mundo puede generar una serie de reacciones en cadena, afectando la economía global y, por lo tanto, múltiples sectores asegurados.

Recientemente, grandes compañías aseguradoras, como State Farm y Allstate, detuvieron la emisión de nuevas pólizas de seguro para vivienda en California y Florida, como reacción al riesgo de incendios forestales, en el primer estado, y a las inundaciones en el segundo, sumado a la inflación de los costos de construcción.

Los incendios forestales, antes contenidos en ciertas temporadas y zonas, ahora se presentan con una frecuencia e intensidad alarmantes. Zonas que antes no eran consideradas de alto riesgo, hoy por hoy enfrentan la posibilidad de ser consumidas por las llamas, desafiando las primas y coberturas establecidas.

De acuerdo con The Wall Street Journal, el “retroceso de la industria está viéndose en todo Estados Unidos” y el American International Group planea reducir la venta de seguros para vivienda “a clientes adinerados en unos 200 códigos postales con alto riesgo de inundaciones o incendios forestales”, además, por los altos costos de reconstrucción.

Por otro lado, este panorama incierto plantea cuestiones de equidad, ya que las personas de bajos ingresos pueden enfrentar dificultades para acceder a seguros asequibles o al pago de lo asegurado.

Los incendios forestales de Maui, en Hawái, que redujeron a cenizas la histórica y turística ciudad de Lahaina, serán, sin duda, un ejemplo del caos por venir respecto a las pérdidas, los pagos y la reconstrucción. Literal, ¿cómo se levantarán de las cenizas?

Nuevos cálculos indican que las pérdidas de propiedad asegurada por los incendios de Maui han rebasado los tres mil millones de dólares; sumado a ello, expertos en el sector prevén que este desastre aumentará en EU, aún más, las primas para viviendas.

Un seguro para vivienda en EU se ha disparado entre 7.5 y 10 por ciento, según un informe de Moody’s.

Los incendios de Maui y otras catástrofes relacionadas con eventos climáticos extremos ponen en una encrucijada a las personas que ya no podrán cubrir un seguro para vivienda, lo cual las deja con muchísimas dificultades financieras. La pregunta es: ¿quién pagará por los desastres que ellas no causaron?

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