Cómo cobrar una renta para toda la vida (y garantizar los ahorros)
A mediados del siglo XX, la esperanza de vida de los españoles era de 73,5 años. Hoy supera los 83, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Y las proyecciones contemplan que aún crecerá más en las próximas décadas. La OCDE prevé que en 2050 -por citar una fecha fronteriza- alcance los 93 años. Estas cifras sitúan a España entre los países más longevos del planeta, solo por detrás de Japón y Suiza, a los que probablemente superará en no demasiado tiempo.
Que cada vez vivamos más años es una excelente noticia y, a la vez, uno de los grandes desafíos del siglo XXI. En 2018, por primera vez en la historia, hubo más personas en todo el planeta que superaron los 65 años que niños menores de cinco. Este envejecimiento de la población, advierte Naciones Unidas, supone una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI. Sus consecuencias afectan a casi todos los sectores de la sociedad, entre ellos, el mercado laboral y financiero, así como la demanda de bienes y servicios (viviendas, transportes, protección social...), además de a la estructura familiar y los lazos intergeneracionales.
Que haya más personas mayores implica que el número de jubilados es cada vez más alto. Una vez alcanzada la jubilación –que en España se sitúa en los 65 años, siempre que se acredite que se han cotizado 37 años y 9 meses–, llega el momento de gestionar los ahorros y de los recursos acumulados a lo largo de toda una vida. Existen diversos factores a tener en cuenta a la hora de realizar estos trámites: la independencia financiera (las cargas de hipotecas o alquiler, suministros, alimentos, etc.), el estado de salud y los posibles cuidados, viajes y ocio, la voluntad de dejar patrimonios en herencia…
Beneficios fiscales
Otra de las ventajas es su elevada rentabilidad, ajena a las oscilaciones de los mercados bursátiles. “Ofrece los mayores ahorros fiscales para el inversor, tanto en el IRPF como en el Impuesto de Sucesiones, lo que permite realizar una óptima planificación financiera”, añade Veiga. La tributación es muy favorable, pues durante la vigencia del contrato, solo se tributa por una pequeña parte de la renta que se percibe. Estos beneficios se extienden al momento del fallecimiento, ya que permite legar un capital a los herederos con ventajas fiscales en el gravamen de Sucesiones. El importe, en cualquier caso, varía en función de la comunidad autónoma en la que resida el fallecido.
Este producto financiero tiene diferentes modalidades, la mayoría de las cuales permiten deshacerse en cualquier momento. En ese caso, hay que devolver a la Agencia Tributaria la renta que no ha tributado y puede haber una pérdida de parte del capital aportado, ya que el rescate es a precio de mercado.
Existen diferentes modalidades de rentas vitalicias, que se adaptan al perfil y las necesidades de cada cliente. Van del 100% al 70% del capital garantizado para los herederos, en caso de defunción, y la mayoría de las cuales permiten deshacerse de ellas en cualquier momento. En ese caso, hay que devolver a la Agencia Tributaria la renta que no ha tributado y puede haber una pérdida de parte del capital aportado, ya que el rescate es a precio de mercado.
Otra opción es contratar la renta vitalicia con capital decreciente o la denominada pensión vitalicia, si lo que se quiere es cobrar la mayor renta posible. Todas estas rentas se definen a partir de los ingresos mensuales que percibe el asegurado y del dinero que desea dejar a los sucesores, por lo que constituye una herramienta muy eficaz para planificar las herencias. En ese sentido, es un producto idóneo para facilitar el pago del impuesto de sucesiones, ya que la aseguradora BanSabadell Vida puede avanzar el capital para hacer frente al pago, si lo solicitan los herederos.