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Para proteger economía global, sector asegurador debe cobrar protagonismo en lucha climática


Los efectos del cambio climático son innegables. Los desastres naturales más frecuentes y severos están destruyendo hogares y negocios a un ritmo récord y poniendo en jaque a sistemas alimentarios enteros. Por ello, resulta vital que las aseguradoras sean protagonistas en la viabilidad de las sociedades, aspiración en la que deben utilizar sus conocimientos sobre administración de riesgos para ayudar a gobiernos, empresas y personas a mitigar los siniestros derivados de las catástrofes producidas por la naturaleza.   

Así lo destaca una reciente publicación de McKinsey & Company, titulada Seguros contra el cambio climático y los seguros generales: la amenaza y la oportunidad, la cual subraya que las aseguradoras no deben subestimar la verdadera amenaza asociada al calentamiento global. 

La firma plantea que el sector asegurador debería, asimismo, desarrollar productos que cubran específicamente los riesgos relacionados con el clima y revisar sus estrategias de inversión; así como cumplir con su propósito de crear estabilidad y seguridad para los clientes sirviendo como expertos en riesgo climático en el aparato productivo privado y socios en el sector público.

El informe de la consultora revela que varias aseguradoras y reaseguradoras ya están participando en la discusión de una agenda climática global para concientizar a los clientes sobre las consecuencias del riesgo climático y trabajar con gobiernos y bancos para mitigar el riesgo para las poblaciones más vulnerables.

En tal sentido, McKinsey destaca siete riesgos físicos del cambio climático para las aseguradoras:

– Dado que el riesgo climático físico está aumentando, también lo está el alcance de la agregación del riesgo y el efecto económico prospectivo. Algunos riesgos pueden resultar difíciles de asegurar a tarifas razonables.

– Los eventos climáticos ocurren localmente y, por lo tanto, deben entenderse espacialmente o dentro del contexto de un área geográfica. Las aseguradoras necesitarán herramientas y procesos que puedan evaluar la información espacial. El uso de un seguro paramétrico puede resultar importante.

– El riesgo no es estacionario y evoluciona, especialmente porque un mayor calentamiento está “bloqueado” durante la próxima década, debido a la inercia del sistema geofísico. Por lo tanto, las evaluaciones actuariales deben incluir la ciencia del clima y la proyección de peligros, además de las experiencias históricas que actualmente informan los precios.

– Los efectos socioeconómicos no serán lineales, lo que significa que romper los umbrales en los sistemas naturales y humanos podría desencadenar una cascada de efectos. Las aseguradoras deberán considerar factores cualitativos para identificar patrones y dependencias en el riesgo de suscripción.

– Los efectos serán sistémicos, porque el daño inicial de un evento discreto provocará una serie de efectos en cadena. Una catástrofe natural, por ejemplo, puede destruir propiedades, provocar la interrupción del negocio, dañar los ecosistemas y crear una crisis humanitaria. Debido a la naturaleza interconectada de los sistemas, habrá una mayor volatilidad.

– Los efectos serán regresivos: las comunidades más pobres suelen ser las más vulnerables. Las economías emergentes enfrentan el mayor aumento en el efecto potencial sobre la viabilidad y habitabilidad. La brecha de protección en las economías en desarrollo probablemente aumentará sin la intervención colaborativa de las aseguradoras y los gobiernos.

– Los sistemas humanos no están preparados para gestionar el creciente nivel de riesgo climático físico y sus efectos. El ritmo y la escala de la adaptación deberán aumentar significativamente. Las aseguradoras podrían, por ejemplo, ofrecer servicios de ingeniería y mitigación de riesgos.

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