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Revisitando los cuatro pilares de las finanzas personales (V)


Me ha tocado ver de cerca a mucha gente que lo ha perdido todo de la noche a la mañana. No vayamos muy lejos: durante la pandemia muchas familias perdieron su principal sostén económico. Hubo niños que perdieron a ambos padres en cuestión de días. Cada año hay huracanes, inundaciones y terremotos: personas pierden no sólo su casa, sino prácticamente todo lo que tienen. Es terrible.

A pesar de ello, en México sigue habiendo una terrible falta de cultura de previsión. De alguna manera pensamos “a mí no me va a pasar”. Hasta que pasa.

Por eso es sumamente importante aprender a proteger lo que estamos construyendo y a las personas que más queremos. Esto incluye nuestra propia capacidad de generar ingresos. De esta manera, si sucede lo impensable, al menos caeremos bien parados y tendremos manera de seguir adelante.

Existen tres herramientas importantes de protección patrimonial:

1. El fondo para emergencias, que debe cubrir al menos tres meses de gasto (no de ingresos). Nos ayuda a manejar aquellos eventos de menor costo: hay que arreglar una humedad en el techo, comprar una llanta nueva para el coche o incluso amortiguar una pérdida repentina de ingresos. También sirve para pagar el deducible y gastos no cubiertos por nuestros seguros.

2. El seguro, que es una herramienta de transferencia de riesgos. Un seguro es un contrato en el cual la compañía aseguradora acepta, mediante el pago de una prima, a indemnizarnos en caso de que ocurra el riesgo previsto en el contrato. Su función es cubrir aquellos eventos que pueden afectarnos severamente, para los cuales no hay fondo de emergencias que alcance.

3. El testamento (y los fideicomisos testamentarios) para garantizar que nuestros bienes pasen a las personas que nosotros designemos como herederos. Estos tres instrumentos se deben usar de manera eficiente y dependiendo de nuestras necesidades particulares. He visto muchas personas, por ejemplo, que están sobre aseguradas: tienen más seguros de los que realmente necesitan. Pero también hay gente que está muy mal asegurada, lo que es mucho peor.

Me parece que todos tendríamos que hacer un ejercicio de administración de riesgos que consiste primero en identificar todos aquellos riesgos que nos podrían afectar. Debemos ser exhaustivos: es muy probable que de manera inconsciente nos “olvidemos” de tomar en cuenta muchas cosas que sí pueden pasar. Por ejemplo, que la inflación se dispare de repente o que una pandemia generara una pérdida repentina de ingresos, como le pasó a mucha gente.

¿Cuántos realmente estaban conscientes de que eso podría pasar?

Después hay que clasificar estos riesgos según su frecuencia (probabilidad de que ocurran) y severidad (pérdida máxima que nos podría ocasionar).

Hay tres maneras de enfrentar esos riesgos:

1. Eliminarlos completamente. Pocas veces es posible o incluso viable. Un ejemplo sería vender el carro: eliminamos así el riesgo de que nos lo roben.

2. Prevenirlos o controlarlos para reducir su posible impacto. Siguiendo el ejemplo del carro: podemos comprar un sistema de seguridad integral para disminuir la posibilidad de un robo y si sucede, incrementar la posibilidad de recuperarlo.

3. Financiarlos, lo cual se puede hacer de dos maneras:

a) Retener el riesgo, es decir, hacerle frente con nuestros propios recursos. Esta es la función del fondo para emergencias. Todo este análisis nos puede ayudar a determinar de qué tamaño debería ser, en nuestro caso particular.

b) Transferir el riesgo o parte de él a una aseguradora. En ciertos casos nos conviene tener un deducible más alto (retener un poco más) a cambio de una prima más baja. Puede ser interesante encontrar el punto óptimo, particularmente en el caso de los seguros de gastos médicos mayores.

El testamento, por otro lado, hay que hacerlo siempre. Es sencillo, es barato y garantiza que lo que estamos construyendo quede en las manos adecuadas.

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